BIOÉTICA Y VULNERABILIDAD EN AMERCA LATINA Y EL CARIBE. Dr. Agustín García Banderas

V CONGRESO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE DE LA REDBIOETICA UNESCO

RED BIOÉTICA – CAPÍTULO ECUADOR

Autores: Dr. Agustín García – Dr. Marco García

11, 12 y 13 de Diciembre de 2014

Lima – Perú

CONTROL DE LA TECNOLOGÍA Y BUEN VIVIR

INTRODUCCIÓN

Los organizadores del V Congreso Latinoamericano y del Caribe de la Red Bioética UNESCO, han asignado al capitulo Ecuador el tema “Control de  la tecnología y Buen vivir””, en la presente mesa redonda.

Nosotros interpretamos este hecho como una alusión a la Constitución del 2008, vigente en nuestro país, en la que se consagra la visión quechua de la vida. “Sumak” hace referencia a la realización ideal y hermosa del planeta y “kawsay”, significa vida digna, en plenitud: Esta frase considera a las personas como un elemento de la Pachamama o Madre Tierra; de esta forma el “buen vivir, busca el equilibrio con la naturaleza en la satisfacción de las necesidades (tomar solo lo necesario para perdurar), frente a una civilización que hace del crecimiento económico el vértice de su escala de valores.

Sumak kawsay es la posibilidad de vincular al hombre con la naturaleza desde una visión de respeto, porque es la oportunidad de devolverle la ética a la convivencia humana, porque es necesario un nuevo contrato social en el que puedan convivir la unidad en la diversidad, porque es la oportunidad de oponerse a la violencia del sistema. El “buen vivir”, es otro de los aportes de los pueblos indígenas del Abya Yala, a los pueblos del mundo, y es parte de su largo camino en la lucha por la descolonización de la vida, de la historia y del futuro. (P. Dávalos, 2008).

El Art. 275 de la Constitución de la República del Ecuador, señala que el régimen de desarrollo es el conjunto organizado, sostenible y dinámico de los sistemas económicos, políticos, socio-culturales y ambientales, que garantizan la realización del buen vivir, del sumak kawsay.

Los derechos del buen vivir, del sumak kawsay, establecen que el agua constituye patrimonio nacional estratégico de uso público, inalienable, imprescriptible, inembargable y esencial para la vida, también declara de interés público la preservación del ambiente, la conservación de los ecosistemas, la biodiversidad y la integridad del patrimonio genético del país, la prevención del daño ambiental y la recuperación de los espacios naturales degradados.

Se instituye una comunicación libre, intercultural, incluyente, diversa y participativa, en todos los ámbitos de la interacción social, por cualquier medio y forma, en su propia lengua y con sus propios símbolos.

El sumak kawsay declara el acceso universal a las tecnologías de información y comunicación, con prohibición a la emisión de publicidad que induzca a la violencia, la discriminación, el racismo, la toxicomanía, el sexismo, la intolerancia religiosa o política y toda aquella que atente contra los derechos.

En cuanto a la educación, la misma se centra en el ser humano y garantiza su desarrollo holístico, en el marco del respeto a los derechos humanos, al medio ambiente sustentable y a la democracia.

La salud es un derecho que garantiza el Estado, cuya realización se vincula al ejercicio de otros derechos, entre ellos el derecho al agua, la alimentación, la educación, la cultura física, el trabajo, la seguridad social, los ambientes sanos y otros que sustentan el buen vivir. El Estado garantiza este derecho mediante políticas económicas, sociales, culturales, educativas y ambientales; y el acceso permanente, oportuno y sin exclusión a programas, acciones y servicios de promoción y atención integral de salud.

En nuestro criterio no significa lo mismo cultura que civilización; la cultura incorpora elementos ancestrales de tradiciones, lenguaje, rituales religiosos propios de las diferentes etnias que pueblan el planeta y están inmersos en el medio en que nacieron y crecieron; en tanto que la civilización o civilizaciones que han existido  lo largo de la historia, han surgido de grupos humanos que han asentado en ciudades y desde allí han adoptado un modelo de crecimiento económico, social, intelectual, científico y en muchas ocasiones por desgracia bélico, mediante conquistas de otros grupos a los cuales han conseguido imponer su paradigma hegemónico.

Desde la más remota antigüedad hasta nuestros tiempos, la historia relata los inicios, apogeo y caída de las grandes civilizaciones, por sus contradicciones intrínsecas y el afán desmesurado de poder y lucro. La intrahistoria, por así llamarle, viene a ser la vida cotidiana de los grupos que están inmersos  en el medio en el que nacieron y se criaron; este hecho, de acuerdo a las civilizaciones, son culturas primitivas que no merecen la consideración a que tienen derecho todos los seres humanos.

TECNOCIENCIA

Este neologismo, que cada vez se va extendiendo más, está compuesto de las raíces “tecné”, arte o habilidad y la ciencia, que es conocimiento, saber; la conjunción de los dos viene a formar un entramado que la hace inseparables, ya que cada una depende de la otra  y se complementan para conseguir no solo saber si no poder, en el concepto de Bacon.

En nuestro tiempo la tecnociencia aparece como una universal “razón práctica” (Maceiras 1999), pues casi todo lo que hacemos tiene que ver con sus aplicaciones, con lo cual el hombre se ve comprometido a usar el conjunto de instrumentos que cada día salen al mercado, lo cual le otorga una sensación de omnipotencia que le vuelve dominador del medio en que actúa y dueño de su propia evolución. Lo que no se han puesto a pensar los partidarios del progreso infinito es que la tecnociencia ha impuesto su propia lógica y al tornarse indispensable para el progreso, ya no es un utensilio para conseguir los fines humanos, sino que ejerce el dominio y el hombre se ha convertido en su dependiente.

ASPECTOS HISTÓRICOS

La concepción del Buen Vivir converge en algunos sentidos con otras concepciones también presentes en la historia del pensamiento de Occidente. Aristóteles en sus reflexiones sobre ética y política nos habla ya del Vivir Bien. Para Aristóteles, el fin último del ser humano es la felicidad, que se alcanza en una polis feliz. Es decir, solamente la felicidad de todos es la felicidad de cada uno; la felicidad se realiza en la comunidad política.

Aisladamente, los seres humanos no podemos alcanzar la felicidad, solo en sociedad podemos practicar la virtud para vivir bien, o ser felices. El fin de la polis, es enton­ces alcanzar la felicidad de los seres humanos que la integran.

Sin embargo, la concepción aristotélica del Vivir Bien no reconoce las relaciones del ser humano con la naturaleza ni las dimensiones espirituales de las relaciones con los antepa­sados y con la naturaleza, que en la visión de los pueblos kichwasandinos son tan re­levantes.

Es importante, resaltar el énfasis que en ambas concepciones tiene el sentido de lo comunitario-social, frente a las visiones frag­mentarias, economicistas y mercado céntri­cas del desarrollo.

En los albores del Renacimiento dos filósofos se destacaron en relación a las posibilidades de la ciencia. Francis Bacon con su conocida frase “Saber es poder” y Renato Descartes, quien distinguió entre “res cogitans” (el pensamiento) y “res extensa” (las cosas materiales). El mundo es en el pensamiento cartesiano algo circundante al hombre, del que éste puede disponer, ya que es el objeto de la ciencia (A. García, Estévez 2010).

Esta filosofía tuvo gran influjo en las sucesivas generaciones de científicos y economistas, pero fue la técnica que comenzó a desarrollarse sistemáticamente en la revolución industrial, la que inició la agresión cotidiana al medio ambiente y  la salud de las personas. El capitalismo, impuesto como sinónimo de progreso, desembocó en la segunda mitad del siglo XX en el mundo globalizado o unipolar, que al no tener contradictores poderosos, impone un estilo de vida competitivo, en el que naufragan miles de pequeños países.

El auge de los adelantos tecno científicos puestos al servicio del capital, ha dado origen a grandes industrias: construcción, hidrocarburífera, plaguicidas, radioactividad, que afectan al medio ambiente y a la salud de los organismos vivientes. Se pueden contar por centenares los casos de enfermedades producidas por estos tóxicos, que pueden afectar todos los órganos y al material genético de las comunidades expuestas a riesgo.

La enfermedades coronarias y los accidentes cerebro vasculares son más frecuentes en los países “civilizados” por la dieta inadecuada, estrés y contaminación ambiental; de estas injurias, se supone que no deben adolecer las poblaciones que habitan en contacto con la naturaleza, no obstante, la agresión es total, con sus consecuencias de calentamiento global, efecto invernadero, destrucción de la capa de ozono, efectos de las radiaciones y deforestación entre otros. Hay que tomar en cuenta la contaminación por derrames de petróleo y el inmenso basural en que se han convertido los mares por los desechos no biodegradables que se arrojan en ellos.

Las aplicaciones de la tecnociencia en el campo de la medicina son múltiples: se ha decodificado el genoma y es posible manipular el material genético y modificarlo, lo cual es un arma de doble filo, dependiendo de las convicciones éticas de quienes lo hacen, para distinguir entre eugenesia positiva y negativa; las fronteras de la muerte se han postergado por el uso de una tecnología que provee los medios de soporte vital, que hacen posible la distanasia y los estados vegetativos permanentes. Ya se habla de crear vida artificial en el laboratorio como muestra de la tecnociencia omnipotente.

Del análisis de esta disertación, se puede llegar a la conclusión de que la humanidad, en los albores del tercer milenio, tiene dos cosmovisiones o formas de afrontar la vida, que necesariamente tienen que coexistir, ya que millones de habitantes del planeta se encuentran inmersos en ellas. La una, hegemónica en Occidente, privilegia la meta del desarrollo económico a cualquier costo. La otra se decanta por el “buen vivir” como un modelo de vida más justo, sostenible o sustentable y ecológico.

Se hace necesaria una coexistencia pacífica entre estas dos filosofías de la existencia, lo cual es difícil, pero hay que intentarlo y creemos que la mejor opción es la vigencia plena de los Derechos Humanos, con sus características de universalidad, defensa de la dignidad humana, de la libertad, de la justicia y la solidaridad entre la generaciones actuales y las venideras, así como la defensa de la naturaleza y el medio ambiente. 

Hace más de 40 años Van Rensselaer Potter, llamado el “padre de la Bioética” proponía tender un puente entre dos culturas (ciencias y humanidades) que parecen incapaces de comunicarse entre sí y proponía a la Bioética como un puente entre las dos: Ha transcurrido ese tiempo y el aspecto científico y humanístico de nuestra especie, se ha distanciado cada vez más, lo que vuelve imperativos todos los esfuerzos que se hagan para tratar de establecer esta comunicación entre las dos manifestaciones del espíritu. Por lo expuesto, debemos tornar la vista a las fuentes primigenias de la Bioética potteriana y difundirla como una propuesta abarcante en la que se integren  la naturaleza y los seres que vendrán. Esto requiere de una decisión política de largo alcance y de nivel global.

Debe también tomarse en cuenta el “Principio de precaución”, entendido como una actitud de responsabilidad qu exige cautela en la gestión de recursos que puedan tener consecuencias perversas; este principio se consagra en la Declaración de Río de Janeiro sobre medio ambiente y desarrollo (Carta de los Derechos de la tierra).

El “principio de precaución no es contrario al progreso de la ciencia sino a la “ideología del progreso”, según la cual la acumulación del poder científico llevará a una mejora de la condición humana a través de los avances técnicos. Esto no ha sucedido a pesar del tiempo transcurrido, por eso apoyamos el principio antes enunciado.

CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES

Hay en el mundo dos cosmovisiones que coexisten en condiciones asimétricas: la de los países ricos del primer mundo, cuyo ideal es una civilización concentradora de poder a través de varios mecanismos, entre ellos la tecnociencia, y otra de los desprivilegiados, que viven en aislamiento voluntario y en comunión con la naturaleza, con un sentimiento de perduración y sustentabilidad de los productos de la tierra. Numéricamente no son muchos, en relación con los que pertenecen a civilizaciones tecnológicas que abusan del poder para explotar los recursos de todos, especialmente de los que menos tienen; por eso y en beneficio de la justicia, los gobiernos que han adoptado la filosofía del “buen vivir”, deben hacer honor a ella proveyendo las necesidades de sus pueblos y protegiéndoles de la agresión de las transnacionales, garantizando de esta forma las mejores condiciones para su supervivencia.

Debe fomentarse una conciencia ecológica desde la infancia, que inculque el respeto a la Pachamama y su defensa de los depredadores por aire, mar y tierra. El concepto del “Buen vivir”, no debe ser una declaración lírica si no obras efectivas en defensa de la sustentabilidad de la tierra y de sus habitantes actuales, así como a los seres potenciales.