LA ETICA SOCRATICA ENTRE LA MAYÉUTICA Y LA CIUDADANÍA ATENIENSE. Dr. Agustín García Banderas

Autor: DR. AGUSTÍN GARCÍA BANDERAS

Allá por la segunda mitad  del siglo V A. C., deambulaba por las calles y plazas de Atenas un filósofo, calvo, regordete y de perfil silénico, para quien era un lugar igualmente apto para dialogar, el Agora, el templo o el portal de su modesto hogar

Hijo de la partera Fenareta, en homenaje a ella, bautizó como “Mayéutica” a su método de diálogo e ironía, con el que hacía alumbrar a sus discípulos las ideas que llevaban dentro. En el diálogo Teeteto, Platón narra los siguientes párrafos que definen el método socrático para la enseñanza de la Etica:

“Ahora bien, a mi oficio de partero, pertenecen todas las demás cosas que pertenecen a las comadronas, pero se distingue por el hecho de parir hombres y no mujeres y por el hecho de velar por las almas que están dando a luz , más que por sus cuerpos…

Tengo al menos este atributo que es propio de las parteras: no puedo alumbrar un saber y los que ya me han reprobado mucho, refiriéndose al hecho de que yo hago preguntas a los demás, pero que yo mismo no respondo nada porque no hay en mi nada de sabio, es totalmente justo, y la causa de este hecho es la siguiente: proceder a los partos, el dios me obliga a ello, pero me impide engendrar”

Y en otro diálogo dice: “Tengo la habilidad, estando yo estéril, de servir de partero a quien está embarazada. Ahora, que mi trabajo es más difícil que el de un partero, pues las mujeres no pueden parir sino verdaderos hijos, mientras que mi mayor trabajo es el de distinguir  si es que lo que han dado a luz mis interlocutores es verdadero o no. Los que conmigo hablan primero se convencen de que no saben nada, pero en la conversación dan a luz cosas sorprendentes, los que abandonan antes de tiempo mi conversación, corren el peligro de abortar prematuramente”. Esta es la Mayéutica descrita por su autor.

Estos criterios se ratifican en las siguientes frases: El hecho es que no soy sabio en absoluto, , como tampoco se ha producido en mí, nacido de mi alma, ningún descubrimiento que responda a ese calificativo. Mis discípulos nunca han aprendido nada que proceda de mí, sino de ellos mismos y de su propio fondo de donde han obtenido multitud de cosas hermosas que ya poseen en adelante.

Mi comentario: En el proceso de enseñanza aprendizaje de cualquier materia, pero especialmente las humanísticas, no se debe atiborrar al discente con fórmulas numéricas y datos que varían en el transcurso de poco tiempo; La función del tutor es la de ayudarle a que “alumbre” las ideas que tiene en su cerebro, mediante un proceso de comprensión. Cuando el alumno ha llegado a descubrir las ideas luego de un proceso de reflexión, estas se convierten en parte de sí mismo y son la pauta para su actuación en la vida.

Lo que sabemos de Sócrates se lo debemos a Platón y Jenofonte ; pero este último no puede considerarse fuente fidedigna, ya que ni siquiera habría conocido al filósofo personalmente y basó sus escritos en unos panfletos de un tal Polícrates ; en tanto que Platón fue uno de los discípulos predilectos, que posteriormente escribió sus propias ideas y las puso a nombre de Sócrates; de tal modo que el conocimiento que nos ha llegado, como en el caso de Jesús de Galilea, es el producto de confluencia e interpretaciones de terceras personas y también como él dividió la historia en dos : los presocráticos y los postsocráticos.

La Grecia clásica, particularmente Atenas, fue la cuna de las artes, de la filosofía y de la democracia, tal como debe ser concebida y practicada, como un acto participativo de todos los ciudadanos que discutían y analizaban en el Ágora lo que convenía a la “polis” (ciudad); en este sentido todos se sentían ciudadanos, porque pensaban y sentían que la ciudad era de todos y todos formaban parte de ella, que significaba una especie de cuerpo público. De ahí que Platón se ocupara en unos de sus diálogos más conocidos de “La República” ( la cosa pública) ideal, la misma que debe ser gobernada por los más sabios y establecía un sistema de clases o castas que ha influido a través de los siglos en diversas ideologías y también ha sido objeto de críticas.

La época que le tocó vivir a Sócrates fue particularmente difícil, ya que Atenas no vivía una democracia sino el régimen de los treinta tiranos, consecuencia de su desastre en la guerra con Esparta; esta época se caracterizó  por la intolerancia y la conservación de antiguos paradigmas.

“Conócete a ti mismo “es otro de los puntales del pensamiento socrático. ¿En qué consiste esta recomendación y cuáles son sus antecedentes y consecuencias?. Tratemos de explicarlo brevemente: es un hecho conocido que en el pensamiento griego anterior a Sócrates, predominaba la creencia de que el hombre era juguete de un destino implacable impuesto por los dioses; estos tenían los mismos defectos que los humanos, y por eso la mitología está plena de ejemplos de amor, celos, ira, venganza y riñas entre dioses mayores y menores que poblaban el Olimpo. Otro ejemplo lo tenemos en el personaje de Sófocles, Edipo rey, predestinado a matar a su padre y casarse con su madre; el origen de la tragedia de éste y otros personajes es una libertad fundamental, que hace de ellos simples actores del escenario de la existencia, tal el caso de Helena de Troya cuando afirma que no fue ella la que se dejó seducir por Paris, sino que fue inducida por Afrodita.

La palabra AITIOS, significa la fuente de origen de los actos, la misma que en la época homérica se atribuía a los dioses, lo cual consagraba una irresponsabilidad de la especie humana. El hombre, por ende, estaba proyectado fuera de sí. Sócrates cambia estos conceptos y dirige la mirada hacia su interior, con lo cual nace la noción de responsabilidad de los actos, que es la característica fundamental de la conciencia moral; para él el hombre no debe preocuparse  de su fortuna, reputación, cargos u honores, sino de Sí mismo y es la PSIQUE (alma) la que le hace dueño de sí mismo y responsable de sus actos. Asistimos de esta forma al alumbramiento de la ética, que tiene como objetivo el gobierno de su existencia y de la Polis.

A este respecto dice Ortega y Gasset: “Sócrates pone al hombre griego de espaldas al universo y frente a sí mismo. En adelante cuando en Grecia se pronuncie la palabra ciencia, se entenderá primariamente como ética. Perdida la confianza que se apoya en lo externo, es preciso reconstruir artificialmente una vida más sólida, invulnerable, hecha de no-vida, de desinterés por todo, de renuncia, de negación, que es la liberación”

Se inicia de esta forma en Occidente la filosofía introspectiva y centrada en el ser humano, cuya estructura cerebral y su producto el pensamiento, tienen la misma complejidad que el Universo que tanto admiraba a los presocráticos.

Este tipo de moral va de la mano con otra virtud, la lealtad, concebida como “no abandonar a quien está necesitado y permanecer junto a él”, que puede considerarse precursora de la misericordia cristiana, e implica la aceptación del puesto que le ha correspondido a cada uno en la lucha por la existencia. Al respecto es muy decidor el siguiente párrafo de la Apología:

“ En el puesto que alguien se coloca, ya sea porque el mismo ha considerado mejor, o porque un jefe le haya ordenado, allí me parece que debe permanecer arriesgándose y sin prevenirse contra la muerte ni contra ninguna otra cosa que sea vergonzosa Yo estaría actuando de forma extraña atenienses, si tuviéramos en cuenta que cuando los jefes que ustedes eligieron para mandar, me ordenaron estar en Patidea, Anfípolis y en Delión, permanecí donde ellos me ordenaron, corriendo como cualquier otro el riesgo de morir, sin abandonar el puesto asignado. Este es el razonamiento que hace poco antes de tomar la cicuta, cuando sus amigos, que habían preparado la huída, le ruegan con insistencia que lo haga. (Al negarse se constituye en un ejemplo de dignidad ante la muerte como lo había sido ante la vida. Y es la misma vocación filosófica la que le hace decir: “El dios me puso sobre nuestra Polis  como un tábano para picarlos y mantenerlos despiertos”.

Otro de los elementos del método socrático es la ironía ¿en qué consiste esta?. Simplemente en afirmar algo, sugiriendo no obstante que es afirmación oculta otro significado y que debe ser revisada; de esta forma hace admitir al otro de un modo muy sutil, lo contrario de lo que está afirmando; un ejemplo de esto lo encontramos en el diálogo Gorgias, cuando discute con Calicles quien debe gobernar, los más sabios o los más fuertes y le hace llegar a la conclusión de que deben ser los más sabios porque se gobiernan a sí mismos y son capaces de educar a los demás. A esta conclusión llega a través de la dialéctica, la misma que opera a través de una lógica de conceptos opuestos, que trae aparejada la necesidad de nuevas ideas, para continuar con un diálogo, que como la vida nunca deja de fluir.

Esta filosofía ágrafa, no es una doctrina sistemática en el sentido de la palabra, sino un ejemplo a seguir puesto por un hombre consecuente consigo mismo y con sus ideas, las mismas que transmitía a quien quisiera escucharlas. Su actor era un hombre, cuyas características físicas fueron descritas anteriormente, valiente como lo demostró en tres batallas de la guerra del Peloponeso, pobre porque nunca cobró a nadie por sus enseñanzas, a diferencia de los sofistas que lo hacían de una forma utilitaria; de excelente salud, cultivador del ejercicio físico, ascético en sus costumbres, excepto en la ingesta de vino, que toleraba muy bien, sin haber llegado nunca a la embriaguez.

La ética de Sócrates se basa en la certeza lógica: la virtud consiste en el conocimiento y el mal único que es la ignorancia, sólo obedece a un error o desviación del alma. De esta forma se identifican las ideas de fin y bien supremo, ya que el bien es lo completo y la felicidad perfecta. La consecuencia de la afirmación “la virtud es saber”, es que el que obra mal es porque no conoce el bien; nadie obra mal a propósito y como la virtud es enseñable, si se le enseña una idea mejor, obrará bien y en esto empeñará hasta su vida..

Un tópico que ha sido motivo de discusión e interpretaciones por parte de los estudiosos es el relativo a lo que algunos han llamado “moral utilitarista”. Sócrates llama bueno a lo útil y aconseja que se sopese el provecho y el daño. Al respecto es preciso aclarar que la utilidad sólo puede juzgarse en función del fin último que es la felicidad, ya que ni siquiera la inmortalidad nos serviría para nada si no supiéramos que hacer con ella. Por lo expuesto hay que dejar de lado la interpretación utilitarista y quedarnos con la idea de que el filósofo que recorría  las calles atenienses con una túnica raída y unas sandalias maltrechas, diciendo “cuantas cosas no necesito”, se encontraba muy lejos de apreciar los bienes materiales y los lujos, tan gratos a los héroes homéricos.

En el pensamiento griego, la naturaleza era el trasunto de la voluntad divina y la vida debía gobernarse de acuerdo a ella. Sócrates discrepa, especialmente de los estoicos, distinguiendo entre la naturaleza y la virtud, ya que esta es producto de la razón y del conocimiento. Este aserto lo refrenda Aristóteles cuando dice: “Sócrates ocupábase de la ética, pero nada de la naturaleza”. Y es que el maestro buscaba la ética universal  y fue el primero que puso el pensamiento en las definiciones, apartándose del sentido naturalista de la escuela jónica.

Para Sócrates, dios es el fundamento de la moral; pero le da una dimensión racional y personal, cuando defiende la providencia divina sobre los hombres que opinan que el mundo está perfectamente ordenado y concertado, pues ellos son los que más utilidad sacan de este concierto y orden y por esto los dioses deben tener un trono en el interior de la conciencia humana, mejor que en el Olimpo mitológico. Es preciso aclarar que si bien habla de dioses, se refiere a un Dios.

Estimo conveniente citar dos conceptos socráticos que en mi criterio pueden anticiparse a la doctrina cristiana: “El que persuade al mal es más peligroso que el que obliga, ´porque el que obliga ya se ve que es malo, pero el que persuade engaña el alma del persuadido”. Esta frase me suena parecida a aquella de Jesús: “Al que escandalice a estos pequeños más le valiera no haber nacido”. Y la idea de que es mejor sufrir la injusticia que hacerla y que la venganza es injusticia, coincide con aquella de que cuando se recibe una bofetada en una mejilla hay que presentar la otra, con la que Jesús condenaba la ley del Talión.

Sócrates y los sofistas.-

¿Qué concepto tenían los griegos de los sofistas?. De acuerdo a las investigaciones, el término evolucionó – o involucionó- desde la acepción de “sabio”, que les dio Heródoto, al de “fabricantes de sabios” como los calificaron Sócrates y Aristóteles, y por último a charlatanes, traficantes de la sabiduría, que engañan a los jóvenes para ; vale decir charlatanes que con sus falacias engañan, trampean y seducen; este último concepto nos han trasmitido Platón y Jenofonte.

Esta especie “sui géneris” de educadores populares enseñaban gramática, retórica y dialéctica a aquellos que pretendían actuar públicamente y llegar al gobierno de la Polis. A ellos, como suele suceder de ordinario con estos “personajes”, no les importaba nada la verdadera sabiduría y eran escépticos y nihilistas que sólo proponían ofertas demagógicas como lo han hecho la mayoría de políticos de todos los tiempos. A Sócrates, algunos de sus enemigos le tildaron de sofista. Nada más falso; ya nos hemos referido a la pobreza que caracterizó su vida; corresponde ahora establecer las diferencias ideológicas.

En primer lugar el método: Sócrates solía preguntar para hacer parir las ideas; los sofistas tenían respuestas que podían interpretarse de acuerdo a la conveniencia de los que utilizaban los argumentos.

Para los sofistas, el criterio de bondad de un acto se lo medía por su utilidad y pragmatismo; lo cual no cabe en una ética honesta, por cuanto muchos actos utilitarios no son justos ( cabe insistir en la conducta reiterativa de los políticos profesionales). Además los sofistas calificaban como bueno lo que produce placer, lo cual es un reduccionismo hedonista.

Ya se ha manifestado anteriormente la convicción socrática respecto de la enseñanza de la virtud y para ello se constituyó en el fanal de luz que orientaba la juventud ateniense en la búsqueda de la verdad. Este hecho, que es el fin de toda filosofía, fue visto con malos ojos por una sociedad que en esa época atravesaba uno de sus peores momentos, desgobernada por los “treinta tiranos”, que cubrieron de ignominia a la que había sido la cuna de la democracia.

El juicio y la muerte.-

Los enemigos del filósofo, presentaron en el 399 aC. La siguiente acusación: “Melito hijo de Melito, del demo de Pithos, contra Sócrates, hijo de Sofronisco de Alopea. Delinque Sócrates por no creer en los dioses en los que la ciudad cree, y además por introducir nuevas divinidades; finalmente delinque también corrompiendo a los jóvenes. Pena de muerte.

Este juicio ha pasado a la historia como uno de los paradigmas de la envidia, de la mezquindad y de la estupidez humanas y merece ubicarse en  la antología universal de la infamia; en el mismo intervinieron Anito, el poeta Melito y el orador Licón, a los cuales Sócrates nunca había ocultado su desprecio. Frente a estos subproductos de la fauna ateniense, se yergue majestuosa la figura del gran hombre, cuya hermosura espiritual hacía olvidar su fealdad física; para en un clásico diálogo socrático, defenderse en la Apología , que es una de las piezas más conmovedoras de todos los tiempos, por la dignidad con la que enfrentó a la muerte y afrontó la injusticia. No quiso hacer valer los servicios prestados a la ciudad estado en las batallas en las que intervino, poniendo de manifiesto su gran valor; tampoco quiso impresionar al jurado con los gritos y lamentos de su esposa Jantipa, quien llevó al tribunal a sus hijos, el último de ellos en brazos; no aceptó conmutar la pena de muerte con el destierro. Irónicamente cuando le preguntaron qué multa podía pagar, replicó que una mina de plata; y cuando los discípulos habían preparado su fuga y le rogaban que lo hiciera, lo rechazó para demostrar la coherencia entre lo que predicaba y lo que practicaba.

Analizando brevemente la acusación, podemos indicar que Sócrates no creía en la multitud de dioses, diosas, titanes y ninfas, que, de acuerdo a la imaginación de sus contemporáneos poblaban el OIimpo; su pensamiento se inclinaba más bien por una divinidad monoteísta; sin embargo era respetuoso de las leyes y por eso aceptó el fallo y no lo rehuyó, aún considerándolo injusto.

En cuanto a la corrupción de la juventud, que algunos han interpretado como una seducción a la homosexualidad, hay que recordar que esta tendencia era moneda corriente en la sociedad grecorromana, tal como lo es en nuestros días, de tal manera que no se consideraba impureza ni corrupción. En el caso de Sócrates, la lectura del discurso del general Alcibíades, que Platón lo transcribe en el diálogo “El Banquete”, nos releva de cualquier comentario.

En cambio, corromper a la juventud, es promover en ella la funesta manía de pensar por si mismos y no obedecer a doctrinas oficiales falsas e impuestas desde el poder. Los tiranos de todos los tiempos han tenido como su mayor enemigo a la libertad y la independencia intelectual y eso era lo que los jóvenes admiraban en Sócrates, a quien veían como la conciencia crítica de una sociedad corrupta y decadente, en la que el poder, el dinero y el oropel de los honores era la motivación de su existencia; esto lo pone de relieve ante los jueces cuando les dice que lo mejor que podían hacer era no preocuparse de su bienestar y riquezas y preocuparse más del perfeccionamiento de su alma; que le condenen o no, él no piensa hacerles caso y seguirá hasta la muerte pensando lo mismo y cumpliendo con su misión y que si le condenan a muerte, luego se arrepentirán y no encontrarán a otro que pueda ocupar su puesto en Atenas. ¡Paradigma de ética civil del ciudadano ateniense por antonomasia!

La sentencia de muerte en la primera votación del jurado, alcanzó 281 votos a favor, frente a 275 en contra; pero luego de la Apología, que cerraba toda la posibilidad de conmutarle la pena, se efectuó una segunda votación, en la que de 501, 361  se pronunciaron por la pena capital. Cuando sus discípulos entre sollozos le dieron la noticia, el maestro les dijo ¿por qué lloráis? ¿No sabéis que desde que nací estaba condenado a muerte por la naturaleza?

El cumplimiento de la sentencia demoró 30 días, hasta el retorno de la nave que iba en procesión sagrada de Atenas a Delos. El día que debía ejecutarse la sentencia se reunió con sus amigos y discípulos para discurrir sobre la inmortalidad del alma; este discurso está plasmado en el diálogo platónico “Fedón”, en el mismo pone argumentos para probarse y probar a sus amigos que el alma es inmortal y no irse de este mundo engañado sobre el asunto de la mayor trascendencia para el hombre.

Luego de despedirse de Jantipa y sus hijos, tomó un baño y se quedó conversando con sus amigos y al verlos llorando les increpó:” ¿qué hacéis ahora? He despedido a las mujeres para que no cometieran estos excesos y vosotros no sabéis conteneros. Dejadme morir en religioso silencio y no alborotéis”. Luego bebió la copa de cicuta y pronunció la frase: “Critón, debemos un gallo a Esculapio, no te olvides de ofrecérselo”.

Para concluir: hemos considerado que en un libro de ética cívica, deben constar algunos capítulos destinados a una semblanza biográfica e ideológica de aquellos filósofos que han sido referentes históricos en relación al tema de la moral y quien mejor para iniciar que Sócrates. Los griegos llamaban filósofo no al que escribía o fundaba un sistema, sino al que hacía vida de tal; en este sentido, Sócrates es el paradigma del maestro que justificó su existencia interrogando a todos los que se le acercaban intelectualmente.

Por otra parte, el ascetismo de su vida y la coherencia con sus ideas, que le llevó al juicio y a la muerte son ejemplos de civismo y amor a la “polis”, que han calado hondo en el pensamiento posterior. El hombre que es víctima de una injusticia y la acepta con altivez y honor es un modelo de ética que trasciende a todos los tiempos.

Por esto debemos recordar el comentario de Ortega y Gasset: “Sócrates es un poco de todos nosotros, que desde hace 25 siglos vamos naciendo con unos acordes socráticos, dentro de la armonía equívoca de nuestro espíritu”.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

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