Espejo es el gestor decisivo de las campañas de 1785. Sus ideas campean en las sesiones del Cabildo. Sus ideas están constantes en la “Cartilla”en cuya redacción estuvo presente en la celda de Fray del Rosario, así como estuvieron todos los médicos de Quito. Sus instrucciones sobre el sarampión son el resultado de una Facultad embrionaria que delibera sobre una lucha epidemiológica, larvaria si, pero generosa, y que deja un documento inicial primigenio que para la Medicina ecuatoriana debe ser de respetuoso homenaje.
Eugenio Espejo: Médico y Duende. Enrique Garcés, 1944
Eugenio Espejo, representa a no dudarlo la figura paradigmática del médico Ilustrado, en un Quito dominado por un espíritu colonial y guiado por el pensamiento clerical, traído al nuevo mundo por los conquistadores ibéricos. La cruz y la espada fueron los símbolos del sometimiento aborigen a los aventureros intrépidos y codiciosos que venían a América en busca del mítico Dorado.
En este entorno, marcado por las diferencias de clases sociales, en las que se combatían y despreciaban chapetones, criollos, mestizos, zambos e indios; nace en Quito el 21 de febrero de 1747 el precursor de la independencia que fue bautizado como Eugenio Francisco Javier Espejo, hijo legítimo de Luis de la Cruz Espejo (Chusig), indio picapedrero de Cajamarca y de Catalina Aldaz, chola mulata, hija de una esclava liberta. Este hecho, los antecedentes de sus progenitores, marcarían de una manera definitiva el temperamento y el accionar político, periodístico y médico de este personaje, que con su pluma iracunda denostaba contra las injusticias sociales de su época y censuraba por igual a clérigos obcecados, petimetres y a los falsos médicos que eran un verdadero azote de la Audiencia de Quito[i], [ii], [iii].
Los actuales estudios del Genoma Humano han demostrado que casi no hay diferencias entre los microscópicos solenoides que llevan los caracteres genéticos y fenotípicos de las razas que pueblan el planeta. Sin embargo en todas las épocas de la historia han existido, existen y seguirán habiendo esos prejuicios raciales, que son esgrimidos como títulos nobiliarios ancestrales por individuos cuyo bagaje neuronal se encuentra muy por debajo de aquellos que desprecian; la valía del hombre se mide por su intelecto su amor a la libertad y los estudios profundos que conducen a la sabiduría
Este es el caso de Eugenio Espejo, quien estaba destinado por la “circunstancia orteguiana” a ser médico, ya que su padre adquirió renombre no sólo como cirujano sino como acertado clínico y el joven Eugenio, inquieto, estudioso y rebelde, pasó su niñez y su juventud en el viejo Hospital de la Misericordia, compartiendo el dolor, la insalubridad y las miserias humanas, guiado por el religioso betlemita Fray José del Rosario, con quien le uniría posteriormente una cordial enemistad, pues el citado belermo se resintió hondamente por las críticas de su pupilo.
“In illo tempore” en la Audiencia de Quito, los estudios superiores de los que estaban en capacidad económica de afrontarlos eran de preferencia la Teología y la Jurisprudencia; la Medicina estaba preterida y era poco rentable, como sucede hasta hoy. Por esta razón Espejo además del estudio de estas disciplinas y por supuesto del latín, que era el idioma de la gente culta, se convirtió en el autodidacta que sería toda su vida y adquirió las obras de Sydenham, Boerhawe, Hoffman, Ramazini y Tissot, entre otros, en cuyas fuentes se nutrió de los conocimientos de fisiología, patología , semiología, terapéutica e higiene; con este capital intelectual, se presentó a rendir el grado de médico ante un tribunal ignaro que lo reprobó por sostener la tesis de que no se podía vivir sin respirar. Este tipo de paradojas se dan en nuestro país hasta hoy y en todas las ramas del saber humano, hecho que conmueve y produce grima.
El título de la Universidad de Quito lo recibió el 22 de junio de 1765 y su pensamiento y ejercicio lo orientaron al neohipocratismo del Sydenham y Boerhawe, que preconizaban un retorno a la medicina clásica, pero con la aplicación del método analítico y la visión empírica racional, con lo cual se plantearon nuevas concepciones del proceso salud enfermedad, que superaban la tradición galénica.
Se ha hablado con suficiencia de la calidad de salubrista de Espejo y de su intuición visionaria al afirmar la existencia de “atomillos o corpúsculos movibles”, que transmiten las epidemias. Por eso quiero referirme a su actitud ética ante la vida y dentro del quehacer médico.
El pensamiento ético médico de este polifacético personaje, se encuentra más patente en las “Reflexiones acerca de la viruelas”, en la que fustiga con su habitual estilo a los falsos médicos. Escuchemos que opina de ellos: “Debía aquí hablaros de todo género de gentes que atraen algún daño universal al público; pero me contentaré con decir que se lo causan: (1) los que padecen el mal venéreo. (2) los tísicos y hecticos. (3) los sarampionentos y virolentos. (4) los leprosos y (5) los falsos médicos. Cabe resaltar que ubica a estas gentes que hacen daño a sabiendas, junto aquellas víctimas de las epidemias que azotaban por ese entonces las colonias americanas[iv].
Continúa: “por más que muchos escritores hayan desacreditado el arte médico y que hayan extendido sus invectivas hasta los mismos profesores, no es de dudar que el arte es saludable y necesario a la humanidad, que el médico bueno es el don inestimable que hace el cielo al lugar donde lo quiere poner. Si este es malo, no hay peste tan devorante que se le parezca, ni contagio más venenoso a quien se le pueda comparar. Trato de dar muy por mayor una idea del médico instruido, para que se conozca su contraposición que es el falso e imperito”.
“Por cautela debería citar aquí a los malos prácticos, aunque por otra parte aceptado por el vulgo y lleno de estimación de los incautos”. Mi comentario al respecto es que en pleno siglo XXI no sólo que permanecen sino que proliferan el curanderismo y prácticas alternativas las mismas que tienen muchos clientes; esto se debe atribuir a que el avance de la ciencia y la técnica a des humanizado progresivamente el ejercicio médico y el paciente rechaza instintivamente ser diagnosticado y tratado por misteriosos aparatos y prefiere el contacto de otro ser humano por ilusorio que sea.
Varios son los párrafos que dedica Espejo en sus obras para criticar la situación sanitaria de la Real Audiencia y la ignorancia de los médicos que estaban de moda en su tiempo. Citarlas excedería el límite de este corto documento, pero juzgo indispensable enunciar el siguiente párrafo perteneciente a la “Ciencia Blancardina”: “Regularmente los charlatanes son los que se llevan el crédito y aprecio de profesores dignos. No hay duda que en todo el mundo sucede algo de esto; más en esta ciudad basta que alguno meta cuatro términos exóticos en la conversación y que le de ganas de matar y se saldrá con ello. A estos embusteros no los tendría por médico jamás; ya sea que se considere prevención de genio el querer imponer con voces peregrinas al mundo, o ya que se juzgue cortísimo alcance para la práctica curativa en los que no pueden hablar con alguna pureza la lengua castellana. En fin, Quito en asunto de Medicina es la misma noche, así para saber quien la posee y quien no como para dirigirse a estudiar con método sus elementos”.
Pero no todo es crítica hiriente aunque merecida. Espejo se ocupa de la vocación del médico y de educación que debe recibir; oigamos estos párrafos: “antes de llegar al estudio de la medicina, debe el que la quiere profesar entrar en ella por una especie de vocación que inspira el genio y cierta vehemente inclinación a profesar en medio de las ciencias y las artes, una más bien que otras. Esta inspiración secreta demuestra en el joven que le percibe un principio luminoso de discernimiento y por él ya se puede prometer el mismo la cadena feliz de sus conocimientos y la esperanza de lograr ser un buen profesor”.
“De aquí que se debe pronosticar un suceso infeliz si un muchacho es llevado al estudio de esta Facultad sólo por escasez de fortuna que no le permite seguir otra carrera más brillante o por una condición servil que le esclaviza a entrar en el asilo médico”
“A la vocación médica debe seguirse la disposición previa de los buenos talentos. Por cierto que no valen para los progresos de la medicina los ordinarios. A los talentos sigue la educación: por excelentes que sean las potencias naturales de algún gran genio, es preciso que ellas sean cultivadas, pulidas y amoldadas por la enseñanza. De ordinario son más perniciosos a la sociedad los buenos talentos sin doctrina que las almas de plomo en su natural inercia”.
Lo anterior expresa las condiciones innatas que debe poseer un profesional de la medicina, así como los estudios que debe realizar, pero además de prepararse debe tener un espíritu humanista y no solo observar sino compartir el dolor del enfermo. Para ilustrar esto voy a citar algunas frases de lo que debe ser y hacer el buen médico, las mismas que son parte de su autorretrato:
“Desprecia el fausto y la gloria vana y aunque desea las alabanzas, quiere las de las gentes hábiles, de probidad y sinceras, que no tengan con él alguna conexión de interés”
“Está contento con su fortuna, que siendo escasa no le obliga ni solicita, especialmente por caminos torcidos y de bajeza. Obra mejor, respeta a los superiores, pero si se ofrece hablar con ellos les habla con modesto desembarazo hasta de aquello que no quieren ni gustan oír”
“Hace mejor el negocio de los otros que el suyo propio”[v].
Así es como debe ser un buen discípulo de Hipócrates. Deontología es un vocablo que previene del griego y significa el “debe ser”. Tomando en cuenta lo citado anteriormente podemos concluir que Espejo fue también el precursor de la Deontología médica ecuatoriana tanto por su actuación como por su conocimiento de la legislación colonial sobre el ejercicio de la medicina.
Hay más testimonios sobre la moral en la vida y escritos de este singular y escurridizo duende, que dedicó su existencia a combatir la opresión y la injusticia reinantes en su época como en casi todas las de la historia; luchó contra la discriminación de que eran objeto los de su raza, a quienes se negaba hasta que tuvieran alma; denostó contra aquellos que hacen de los bienes materiales su pequeño Dios personal, olvidando el mensaje de Cristo; proclamó que la moral consiste en la mortificación , en la paciencia, en el desprecio de las riquezas y honores y en la negación de sí mismo, teniendo como fundamento sólido la caridad, entendida no como limosna humillante sino como solidaridad fraterna entre los hombres.
Los dos pilares fundamentales de la ética son la libertad y la justicia, valores absolutos y permanentes que definen al ser humano. Se necesita una libertad filosófica y real para poder optar entre el bien y el mal; si el hombre está privado de esta cualidad inherente a su especie o está coaccionado, debe considerarse un ser infrahumano; y a la conquista de esta libertad de pensamiento y expresión dedicó su existencia y eso le valió el destierro, la prisión, la persecución política y hasta la muerte.
En relación a la justicia, reclama una justicia social que propenda al bien común y advierte que todos deben cumplir con los deberes de su estado y para lograrlo no hay mejor método que inspirarse en el Evangelio para así elevar el corazón.
El teólogo que habita en el hondón de su alma dice que: “el moralista debe mirar el origen de las pasiones en común, pero por la sensibilidad de los hombres puede medir la eficacia de las penitencias medicinales contra las más nocivas para la tranquilidad del Estado, que son el orgullo, la vanidad y la envidia”
Muchos textos se pueden enunciar, entresacados de su prolífica obra, pero ello demandaría mucho tiempo. Estimo que los que he comentado reflejan a las claras la manera de entender la ética como la base fundamental del convivir de la sociedad; la corrupción y la impunidad rampantes, en su época como la nuestra, exigen una lucha diaria y permanente para inculcar los valores morales desde la infancia y practicarlos en la profesión que nos honramos en ejercer.
A modo de colofón: Espejo, que nunca tuvo una lápida propia, ya que fue inhumado en el cementerio de los indígenas, merece el homenaje perdurable por parte de aquellos que somos sus colegas y en los monumentos que se han erigido y se seguirán erigiendo, junto a los calificativos de Precursor de la Independencia, higienista, médico y duende como lo bautizó Enrique Garcés debe constar el de moralizador y paladín de las virtudes éticas.
Estudio de Caso: Médicos vs: “hombres-medicina” (shamanes)
Los médicos graduados en las universidades españolas difundieron en lo que hoy es nuestro país una incipiente medicina científica, más relacionada con el galenismo que con las nuevas ideas iatromecánicas o iatrofísicas. Lejos de los centros de su inicial formación y con escasa literatura médica renovada entre manos, solo eran capaces de repetir viejas fórmulas, ya clásicas en el Viejo Mundo. Pero a ellos se debe, no solo la difusión del nuevo saber médico sino también su institucionalización, ya por su trabajo en los nacientes hospitales o por su vinculación a la docencia en la Escuela Médica de Quito, fundada el 13 de abril de 1693. Los agentes de salud de los pueblos aborígenes del antiguo Ecuador, conocían las enfermedades, exploraban sus causas a través de procedimientos rituales y adivinatorios para prodigar la curación de los dolientes, mediante técnicas mágicas, religiosas, empíricas, racionales y psicológicas. Utilizaban drogas alucinógenas para indagar la causa de la enfermedad y el destino del paciente, y conocían también numerosos tratamientos empíricos para mitigar todo tipo de males; particularmente la herbolaria.
Preguntas de discusión ética
¿Cómo se expresan las ideas médicas de Eugenio Espejo, frente a las penurias económicas y sanitarias en la Colonia?
¿Cual es la base filosófica fundamental de los preceptos éticos, proclamados por el Dr. Espejo? ¿Qué pensadores europeos de la época influyeron en sus proclamas?
Los “falsos médicos” criticados duramente por Espejo, ¿existen hoy?
Espejo, el precursor de la medicina social en América, sabía de todas las responsabilidades de su profesión y sus deberes para con los enfermos y colegas ¿Cuánto de su ideario ético tiene vigencia actual?
Analice los preceptos éticos de la práctica médica en la Colonia en la perspectiva antropológica y religiosa.
¿El autorretrato de Espejo, tiene vigencia de lo que es y debe ser un buen médico?
¿Por qué Espejo combatió la práctica médica hospitalaria de los religiosos, del charlatanismo médico y del curanderismo intruso?
¿Cómo se proyecta la práctica médica aborigen, en nuestros días? ¿La medicina occidental debe combatir a los “hombres-medicina” y sus prácticas empíricas?
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Estrella, E. Pensamiento Médico Ecuatoriano. Banco Central del Ecuador. Corporación Editora Nacional. Quito, 2004.
Miño, R. El pensamiento médico de Eugenio Espejo. Departamento de Publicaciones de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Central del Ecuador. Quito, 1986.
Garcés, E. Eugenio Espejo: Médico y Duende. Octavio Peláez Editores. MSP. Quito, 1996.
Bibliografía y Referencias
[i] Estévez, E. El Arte de Curar y Enseñar. Imprenta Noción. Quito, 2004.
[ii] Paredes Borja, V. Espejo, Médico Quiteño del Siglo XVIII. Revista de la Facultad de Ciencias Médicas. VI; 1-2 (7-33), 1955.
[iii] Miño, R. El pensamiento medico de Eugenio Espejo. Departamento de Publicaciones de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Central del Ecuador. Quito, 1986.
[iv] Samaniego, JJ. El Dr. Espejo y la Deontología Médica. En: Eugenio Espejo (1785-1985) Reflexiones sobre las viruelas. Edición conjunta de la Facultad de Ciencias Médicas y Museo Nacional de Medicina. Quito, 1985.
[v] González Suárez, F. (Ed.). Escritos del Doctor Francisco Javier Eugenio Santa Cruz y Espejo. Tomo II. Imprenta Municipal. Quito, 1912.