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En el Ecuador, desde hace mucho tiempo atrás y en especial durante la segunda mitad del siglo XX, los centros de detención carcelaria tuvieron (tienen) un equipo de personas entrenadas para arrancar confesiones por medio de la tortura. Que al interior de este equipo haya existido un médico o paramédico es muy probable.
En la antigua mazmorra policial de Quito, clausurada definitivamente en vísperas del retorno a la democracia, cuyo nombre aun o se ha borrado completamente de la memoria de los ecuatorianos, el Reten Sur, ubicada en el barrio de Chimbacalle, frente a las rieles del tren de la estación de llegada a Quito, existió un departamento médico a donde acudía un galeno de planta, y estudiantes de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de la capital, quienes iban a realizar prácticas en este abominable centro policial.
En 1975, siendo estudiante del primer año de la Facultad de Medicina en Quito, fui tomado prisionero a causa del contenido de mi primer libro de poemas intitulado “Mientras las cadenas danzan sobre el cadáver” impreso en el taller de mimeografía del escritor arequipeño José Ruiz Rosas, publicado en la ciudad de Cuzco el año previo al acto represivo, circunstancia que me llevó a padecer las infamaciones del famoso Reten Sur.
La celda numero dos, de las cuatro existentes, en la cual me encontraba confinado junto a cuarenta o más detenidos, se encontraba situada en el piso inferior a la enfermería de la prisión a donde subían diariamente el médico y los practicantes, por la grada adosada a la puerta de la celda numero dos. Cuando había traslado de un prisionero para ser interrogado, la víctima subía aquellas gradas trasladado por los policías, luego de lo cual y al cabo de algunos minutos, se escuchaban desgarradores gritos de dolor que emanaban del piso superior a la celda. Luego de algunas horas de martirio, el prisionero era conducido a la celda de origen, exangüe, destrozado física y psicológicamente, con claros signos de haber sufrido actos de tortura.
Los actores de tales agresiones en dicho recinto carcelario estatal, pudieron haber sido policías, agentes de inteligencia, médicos, practicantes o simplemente verdugos de profesión que no podían ser reconocidos debido al “tabicamiento” o vendaje del rostro al que eran sometidos los encarcelados. La persecución política e ideológica se revestía con el poderío e impunidad de la dictadura militar de los años setenta.
A posteriori, no se modificaron los mandos represores con en el paso hacia la democracia, ni las técnicas de represión difirieron en su forma y contenido, las torturas cometidas quedaron en la impunidad así como el genocidio cometido por las fuerzas militares ecuatorianas en el ingenio azucarero Aztra, en el mes de octubre del ano de 1977. En Ecuador no se investigó ni se ha investigado sobre los crímenes de Estado cometidos por la dictadura militar en el poder entre 1972 y 1978.
Ahora bien, en el informe de la Comisión de la Verdad que por decreto, inicio su investigación con topes cronológicos a partir del año 1984, se puede leer, en el tomo 3, desde la pagina # 101 el relato del caso de Juan Carlos Acosta (hijo de Francisco Acosta Yépez, ex ministro de Relaciones Exteriores) herido en el muslo derecho, exactamente en el fémur, la noche de su detención. El escenario de este caso muestra algunos centros hospitalarios “los dos heridos fueron llevados al Policlínico del Cuartel Modelo, luego al Hospital Territorial de las Fuerzas Armadas a las 7h00 donde no fueron recibidos por falta de órdenes superiores y, a raíz de esto, los condujeron al hospital Luis Vernaza” Se suceden afirmaciones en donde los personajes médicos aparecen, el Director de uno de los hospitales, el hermano de un ex presidente, el pariente de otro. La madre del detenido, Laura Coloma, cuenta que “en el hospital (…) Esperamos como una media
hora, cuando al abrirse el ascensor se oía unos gritos desgarradores. Decía: ´Ya no me martiricen más, ya no me peguen más, ya he hablado todo, es la sexta vez que me hacen esto, déjenme morir en paz`. Era mi hijo“.
En el informe se asevera largamente que “Laura Coloma afirmó que cuando requirió especial atención médica para su hijo, el doctor Roberto Gilbert Febres Cordero, pariente de León Febres Cordero, respondió que haría todo lo posible para tratarlo, añadiendo que estaba presente en el hospital incluso un médico español que trataría a Juan Carlos Acosta, personajes que considera se trataban de agentes de servicios de seguridad española.” El colofón de esta amarga experiencia de la familia Acosta Coloma, es el convencimiento de que “fue conducido al Hospital Territorial, luego fue torturado, fue severamente golpeado y a causa de eso murió”.
De la lectura detenida del informe se desprende que el medico ecuatoriano, como ente gremial concreto, estuvo presente de una u otra manera (la pagina 51 del mismo tomo describe otro momento de participación de un galeno ante una detenida) en el periodo de represión política que analiza el Informe de la Comisión de la Verdad, comisión que muestra una investigación correctamente realizada, pero a la vez parcial, seccionada en el tiempo, al ignorar la existencia de esta represión como continuidad de un mecanismo estructurado en el pasado e implícitamente abstraída de su probable extensión hacia el futuro.
Para ese entonces, Seis principios de Ética Médica fueron incluidos en la resolución 37/194 de la Asamblea General de las NNUU aprobadas oficialmente el 18 de diciembre de 1982 en el curso de su trigésimo séptimo período de sesiones y que exhorta a todos los gobiernos del mundo a “la difusión más amplia posible, especialmente entre las asociaciones médicas y paramédicas y las instituciones de detención o carcelarias en el idioma oficial de cada Estado”. Tengamos los médicos por sentado que el gobierno ecuatoriano no difundió en ese tiempo ni ha difundido todavía el contenido de estos seis principios
Con el fin de que conozcamos el contenido de la resolución 37/194, transcribo el Principio 2. de la Asamblea General de las NNUU que reza así:
Constituye una violación patente de la ética médica, así como un delito con arreglo a los instrumentos internacionales aplicables, la participación activa o pasiva del personal de salud, en particular de los médicos, en actos que constituyan participación o complicidad en torturas u otros tratos crueles, inhumanos o degradantes, incitación a ello o intento de cometerlos.
La investigación realizada por la Comisión de la Verdad, no ahonda en detalles sobre la participación de médicos en los hechos denunciados. La participación pasiva, al menos, de médicos se evidencia en el relato de quienes vivieron en carne propia, o en la de sus familiares cercanos, la tortura. Es indispensable, por tanto, continuar con el proceso investigativo y acrecentar páginas a las ya existentes, para obtener las pruebas de una verdad completa.
8 de octubre de 2010