Edison Calvachi
Manos bondadosas,
que arrancan el dolor;
mirada de ternura,
que es bálsamo al espíritu;
heridas sanadas con aquella medicina
sana el cuerpo,
sana al alma;
Horas desveladas,
en pos del moribundo,
tiempo de batalla,
que arrancas de la muerte
en feroz combate a la guadaña
horas desveladas,
que dejan en el alma
la satisfacción del deber cumplido.
No olvides,
que si el hombre
ingratitud encierra;
nunca Dios olvida
tu labor cumplida.
Noviembre, 2004
Médicos de Hospital
I
El trabajo hospitalario desconoce el tiempo,
no cuentan los segundos y minutos,
no se cuentan las horas y los días,
todo tiempo es igual;
en la sala de Emergencias,
pacientes en el umbral de la muerte…
heridas abiertas…
el quirófano,
es el campo de batalla,
donde se combate a la muerte;
en las salas, no hay descanso,
para médicos y enfermeras
no se mide el tiempo,
la batalla no da tregua…
II
Médicos, hombres que trabajan
en la obra de Dios;
curan no solo heridas del cuerpo,
curan también heridas del alma,
enfermos con dolencias del cuerpo,
requieren dulces palabras,
para curar su espíritu.
Médicos que tratan cuerpo y alma,
son verdaderos galenos
que requiere la humanidad.
III
Frente a la muerte, jamás habrá indolencia,
jamás una batalla perdida,
ni guerra acabada.
Médico…
si la parca te arrebata un paciente,
es un designio divino,
todos nacen, crecen y mueren.
Sabe Dios, que tu afán es curar,
aunque, sigues siendo hombre
que hace el trabajo divino.
IV
Lejos está el tiempo
en que la peste diezmaba
a la humanidad.
Peste, Viruela y paludismo…
plaga apocalíptica que arrasaba cuerpos,
sin respetar color, género, ni clase social.
Hoy, la ciencia
perfecciona un ser biónico,
no temamos, a la clonación,
el médico solo hace el trabajo divino,
Eva fue tomada de las células del hombre;
un clon no será ser superior,
el hombre es perfecto
si tan solo refleja a Dios.
Quito, 2004